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domingo, octubre 01, 2006

Historia 11: Cerré La Puerta.

Esta vez ya no hay vuelta atrás, la distancia nos separó. Creo saber la razón, pero aún no me conformo con saber que me amas. Lo nuestro fue más que una adicción a las drogas. Confieso que tengo miedo al hecho que alguien me ame. Ya he provocado mucho daño a las personas que lo han hecho. Es irónico, creí que esto nunca me pasaría, pero yo también te ame en forma desenfrenada, pero mi amor por ti se intensificó más cada vez que estábamos dopados. Mis sentidos de cierto modo, se acrecentaban cada vez que nos acercábamos bajo el efecto de algún narcótico.

Mis pupilas dilatadas lograban captar cada momento en el cual te acercabas cada vez más. Mi boca seca y jadeante, ni nariz roja, y mi piel fría como el hielo. Me preparaba para salir corriendo en cada ocasión que me decías “quédate conmigo” pero siempre hubo algo que me hacia quedar, ya fuese un jale más, un trago o un pito. Lamentablemente no me di cuenta que lo que me ofrecías era realmente para que me quedara a tu lado.

Antes de llegar a casa trate de arreglarme un poco, pasé al servicentro a comprar un paquete de mentitas (mi aliento aún era a vino) y pedí el baño. Ya dentro lavé mi rostro para sacar los restos de maquillaje y moje mi pelo (trate de peinarme) y Salí como si nada hubiera pasado. Al estar frente a la puerta de mi casa entré sin escándalo. Mi pieza no estaba como la había dejado, la cama tendida la ropa ordenada en la cajonera al igual que unos cachivaches que estaban sobre la cómoda. Cerré la puerta y encendí la TV.

Paulatinamente fui sacando los estropajos que llevaba puestos. Entre a la ducha y sin pensarlo dos veces di el agua fría. Necesitaba despabilar y disminuir la inflamación de mis heridas. El dolor era insoportable, pero no pude hacer más que aguantar. Me puse ropa limpia y me tiré sobre la cama. Sentí como pasaba gente fuera de la pieza. No quise llamar la atención así que baje el volumen de la TV.

Unos pequeños golpes en la puerta me alertaron, fueron golpes en la parte baja y muy suave. Al abrir la puerta me di cuenta que era mi pequeño hermano de 2 años. Lo tome en mis brazos y cerré la puerta nuevamente. Lo acosté bajo las frazadas y lo hice dormir. No lo quise creer, pero el fue el único que noto mi presencia en la casa desde que llegue. No hice más que observarlo, darme cuenta que ha crecido bastante. Antes de quedarme dormido le acaricié la cabeza.

A lo lejos escuchaba los gritos de mi madre buscándolo, cuando de repente abrió la puerta y se dio cuenta de mi presencia, sus ojos se inundaron en lágrimas me tomo las manos y mi rostro tratándose de convencer que realmente era yo. Lo único que le pedí fue que esta vez me dejara dormir tranquilo al lado de mi pequeño hermano.

La casa permaneció en silencio hasta que desperté, al mirar al lado él ya no estaba. Me levante a la cocina para comer algo cuando me encuentro con la gran sorpresa: había un asado familiar. Realmente no comprendía que estaba pasando ¿Cómo no desperté con todo ese alboroto? A lo que mi tía respondió: “estabas realmente cansado, pudo haber pasado un camión por encima de ti y no te hubieras dado ni cuenta”. Tome unos bocados y me dirigí al living, ahí estaban los demás primos, los cuales me miraban con cara de bicho raro (A lo cual ya estaba acostumbrado) los salude con la mejor de mis ironías:

-Aún están vivos.
-Mucho más vivos de lo que crees, por lo menos más vivo que tú
-Así veo, bueno cada uno hace lo que puede, en todo caso no me gustaría estar como ustedes.
-Ni a nosotros como tú.

Después de ese pequeño intercambio de palabras me dispuse en el computador. De repente sentí como se burlaban de mi aspecto, a lo que no di mayor importancia hasta que en algún momento, dentro de sus murmullos hablaron sobre mi vida afectiva. Pacientemente escuchaba lo que decían, hasta que en un instante me puse de pie y los encaré.

Creo que no son los más apropiados para hablar del tema. A ti te dejaron botado por pegarle a tu ex mujer, a ti te gorrean como quieren, y respecto a ti, ya deja de reprimirte y esconderte tras esa careta, todos sabemos lo que eres, si los demás de la familia no se han dado cuenta no tengo ningún problema en ir a decirle lo que eres. En ese punto los ánimos ya andaban calientes por mi presencia en la casa y por lo que les dije, no quise seguir escuchando como se llenaban la boca gritándome cosas así que nuevamente a mi pieza. Estando ahí, encerrado en mi mundo encendí un cigarro (no tenía nada mas para fumar).

Esa tarde para lo único que salía de la pieza era para buscar un trozo de carne y unas botellas de cerveza, necesitaba estar tranquilo de una u otra forma. Mi hermano pequeño me vio cerrar la puerta y corrió para alcanzar a entrar. Lo deje que pasara por un momento, pero le tuve que pedir que se marchara ya que estaba fumando a lo que me respondió: “me voy pero esta vez quédate más”.

Mis ojos rojos soltaron unas lágrimas al cerrar la puerta nuevamente.