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Espero que les gusten las historias. Dejen su marca una vez leidas.

domingo, mayo 06, 2007

Historia 18: Estruendosos Recuerdos.

-Ha pasado más de un mes de su accidente, pero aún no me explico cómo esta vivo
-Yo tampoco... pero... ¿Cómo lo hiciste para avisar a su hogar? O sea su mujer y a quien vivía con él... me imagino la cara que deben haber puesto
-Tú bien sabes que con ella no nos llevamos bien, aunque ha pasado mucha agua bajo el puente esa rivalidad siempre ha existido. Cuando lo estabilizaron en el hospital tuve que hacerme el ánimo.
-¿Ánimo de qué?
-El ánimo de tener que volver a la capital.
-Pero ese no era tu trabajo
-Lo sé. Sé que no es mi trabajo estar acá junto a él tampoco, pero hay algo que me impulsa a hacerlo
-Pero... ¿qué es? No me digas que no lo sabes. Lo que mas me llama la atención es que ahora tú estas en su posición
-¡claro que estoy en su posición! Como no estarlo, ahora soy yo quien esta pagando por todo lo que hice. Hubieras visto la cara de espanto cuando de esa pobre mujer cuando le anuncian que tiene visita y viene corriendo a ver y se da cuenta que soy yo.
-¿Cómo es eso?
-Eso pues, corrió pensando que era él, pero cuando se dio cuenta que era yo su cara de espanto fue ¡gigante! Lo único que me dijo fue: ¿Qué ha pasado?...
-¿Y tu que le respondiste?
-La verdad. Que había sufrido un accidente y que estaba grave, que los médicos no se explicaban como había quedado vivo, y más encima haber caminado para pedir ayuda.
-Complicada la situación. Pobre mujer, mas encima no la dejan salir
-Que la iban a dejar salir, ¡se descompenso! Así que tuvieron que llamar a su madre.
-Ay, eso no lo sabía. Y como lo hiciste allá, ¿Dónde te quedaste?
-Jajaja, esa es otra historia. Insisto este mundo es demasiado pequeño.
-¿Por qué lo dices?
-Por que es verdad, cuándo llegamos al hospital me pasaron sus cosas, entre esas estaban los documentos, celular, su ropa, zapatos y sus llaves de la casa.
-¿Y cómo sabes que eran las llaves de su casa?
-Por la sencilla razón que estaban con un pequeño llavero que le regale cuando estábamos juntos.
-Jajaja. OK entiendo, lo que quiere decir que te fuiste a su casa...
-Así es. Yo tenía unas llaves, pero había cambiado la chapa, entonces probé con las que me pasaron en el hospital y funcionó. Entre a la casa, hay cosas que no había cambiado, como por ejemplo la alarma y la disposición de ciertos muebles.
-Tú lo haz dicho, hay cosas que no cambian. Quien lo iba a pensar... yo estando conversando de quién me mandó sus patadas y puñetes porque te estaba buscando...
-Eso fue por mi culpa y te pido perdón por eso
-Hombre que te preocupas. Merecido lo tenía también
Después de pagar el café se pusieron a caminar por la Alameda que estaba frente a al hospital. Caminando y fumando bajo los árboles se produjo un silencio entre ambos. Solo se escuchaba el ruido del viento sobre las hojas. En ese momento comenzó a caer una leve llovizna.
-Que rico. Me encanta la lluvia.
-Lo que es yo ya me aburrí de la lluvia. A veces ni si quiera podía salir de la casa en el campo, ya que el barro que se formaba era demasiado.
-A todo esto, no me has contado donde te quedaste en la capital, o sea me dijiste que en la casa de él, pero nada más.
-Tienes razón. Cuándo llegue a la casa, todo estaba como si hubieran arrancado, una televisión encendida y en la pieza de él unas notas en el suelo junto con una ropa. Ordene un poco y fui al supermercado a comprar algunas cosas para comer. Al llegar nuevamente a casa sentí bulla en el interior. Entre en silencio y al llegar a la pieza me encuentro con alguien.
-Que miedo...
-Demasiado. Dije en voz alta: “Hola, ¿quién eres, que haces acá?”. Al darme cuenta que era casi me dio un infarto.
-¿Quién era?
-Era un tipo, quién me consoló cuando recién llegue al pueblo. Si te conté esa historia
-Si, pero ¿Qué hacía ahí?
-Estaba viviendo con él. Lo peor de todo es que se metió con él para saber por qué yo me había escapado. Resulto que este tipo era bastante obsesivo con algunas cosas. Se metió donde no tenía. Me pregunto qué hacía en la casa.
-¿Qué le respondiste?
-Que simplemente esa era MI casa. Obviamente se espantó. No le dije nada del accidente. Cuento corto esa noche la pasamos bajo el mismo techo, al levantarme temprano en la mañana le pedí que tomara todas sus cosas y se mandara a cambiar. Nos pusimos a discutir por lo mismo
-¿Y qué más te dijo?
-me dijo que lo había aprendido a querer, a lo que le respondí: “¿a quererlo? Por favor, aprendiste a querer su dinero. Tú no eres nadie, así que por favor Lárgate de MI casa, si no quieres que llame a la fuerza pública, o ¿quieres que te saque a paradas?”. Pesco una ropa que tenia la echo en un bolso, mientras me gritaba con los ojos llenos de lagrimas: “¿ya se te olvido lo que tú me hiciste, ya se te olvido que fui yo quien te ayudo cuando estabas mal?”
-...
-Le respondí: “¡Yo nunca te busque y tampoco pedí tu ayuda, así que por favor lárgate!, tomo sus cosas y se fue.
-Que complicada la situación. Pero conociéndote, no ibas a dejar que invadieran tu espacio. Tú eres bastante territorial en algunas ocasiones.
-Eso es verdad mí querido amigo, por lo mismo me ha traído bastantes problemas. Creo que no lo fuera tanto, nada de todo esto hubiera pasado.
-Tarde o temprano iba a pasar, y eso Tú lo sabes, ¿acaso ya se te olvido cuando nos drogábamos? Él no sabía que tú lo hacías.
-...
-Por lo que veo y me logro dar cuenta esos meses en el campo te han hecho bien, has aprendido a madurar y tomar las cosas con mas seriedad, sin tanta tontera en la nariz.
-Y tú... ¿ya no lo haces?
-De esa vez que me saco la cresta no lo he hecho, incluso al de tueno esa vez lo pateé a los dos días de ese incidente.
Siguieron caminando hasta llegar a la estación. El tren estaba a punto de salir.
-Bueno mi querido amigo, debo regresar a la capital. Cuando este allá pasare por tu casa para ver si esta todo en orden.
-No te preocupes, cambie la chapa de la puerta una vez más, aparte la clave de alarma. Por ese lado no hay problema. Espero que me vuelvas a ver ahora que sabes dónde estoy viviendo.
-Lo haré. Ahora ya no podrás seguir siendo un ermitaño como hasta hace 2 meses atrás.
-Cuídate mucho
-Tú también cuídate y a él también, claro está eso.
-Lo haré
Sonó el pitido del tren anunciando su partida. El amigo de la capital subió y tomo posición en su asiento, no miro hacia abajo, pero se notaba como corrían algunas lágrimas por su rostro. Caminado de vuelta por la alameda, rumbo al hospital, la llovizna comenzó a aumentar, las gotas de agua ya se hacían cada vez más evidente. El frío y el viento siguieron su rumbo creciente. De pronto un estruendo hizo temblar el cielo oscuro de esa tarde. Suena su celular y al contestar era la voz del enfermero de turno pidiéndole que se fuera lo más rápido posible. Algo había pasado... pero al pedir más información otro estruendo le remeció los tímpanos. La llamada se corto de forma imprevista dejándolo con la incertidumbre de lo que sucedía en esos momentos en aquel recinto.