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miércoles, abril 07, 2010

Capítulo 15: Esperanza.

Al despertar me encuentro con compañía, lo cual era muy poco habitual. Es Ignacio. Reaccionando bien del letargo, me doy cuenta de que me tiene tomado con uno de sus brazos. La sensación es extraña, pero agradable. Al tratar me moverme me toma con fuerza para que no me escape de su atadura. Por lo que me quedo quieto y vuelvo a cerrar mis ojos. De pronto escucho su voz: “Al fin despertaste” por lo que respondo con una afirmativa. Pregunto: ¿Qué hora es? A lo que me responde con un: “¿Qué importa? Eso me da lo mismo, y mucho más ahora que estoy contigo”. Trago en seco y lo miro a los ojos con cierta cara de preocupación y duda. Por lo que me suelta de sus amarras y me deja ir. Voy al baño y me pregunto si algo anda mal con esta imagen.

Ignacio tiene una hija y su mujer, bueno, mas bien “tenía”. Me lavo la cara y los dientes, luego me dirijo a la cocina. Desde ahí le pregunto si tiene hambre y si desea comer alguna cosa... pero no hay respuesta de su parte. Por lo que preparo algo sencillo: unos panes con jamón y un litro de jugo de duraznos. Tomo todo en una bandeja y los llevo a mi habitación. No me había dado cuenta de que estaba sólo en pantalones. ¿En qué momento se ha sacado su camisa? Hago caso omiso a eso y le ofrezco lo que llevaba de comer. Rápidamente se incorpora y empieza a desayunar. Enciendo la televisión y el dejo en el canal que estaba, unos de esos culturales o de historia de la humanidad, no lo recuerdo bien. Pero de pronto le pregunto que hace haciendo viendo ese canal para ancianos, por lo que tomo el control remoto y lo cambio. He escogido un canal infantil. Estaban dando “Las sombrías aventuras de Billy y Mandy” le confieso que soy uno de sus admiradores, a lo que él asiente con una positiva, ya que esos dibujos los veía con su bebe cuando se quedaban solos en casa. Después de comer dejo la bandeja a un costado y retiro las migas que han quedado entre las sábanas. Luego de unos instantes, al acomodarme nuevamente en la cama Ignacio me toma nuevamente por la cintura y se acomoda su cabeza sobre mi pecho, quedándose tan quieto como una estatua de mármol.

Han pasado más de cuarenta y cinco minutos y sigo pensando que es lo que le sucede. De pronto levanta su cabeza y me queda mirando a los ojos, acercándose rápidamente hacia mi rostro besándome los labios. Al reaccionar me doy cuenta de que mis pupilas están dilatadas, mi pulso ha aumentado y de que todos mis sentidos se han alertado, al igual que cuando uno tiene miedo. Justamente eso es lo que siento en estos momentos. Nunca me lo hubiera imaginado. ¡Ignacio ha tomado ventaja y me ha besado! Eso es lo que he deseado desde que lo he visto por primera vez en la universidad. Aquellas fantasías que experimentaba, cuando se iba después de realizar algún trabajo juntos en la casa de algún otro compañero en la cual teníamos que dormir juntos para poder pasar la noche luego de acabada la maqueta o bosquejo. Todas esas pajas en las cuales lo veía tocándome, besándome o hasta penetrándome se podían hacer realidad en este preciso momento.

Es verdad, correspondo aquel beso, pero luego de unos segundos alejo mi cabeza de Ignacio, pero el se acerca aún más. Toma mi mentón con una de sus manos y me vuelve a besar por lo que realmente de doy cuenta de que yo no he provocado esa situación. Sus besos son intensos. Me hace recordar a Andrés, pero no es lo mismo. Siento algo más de pasión oculta en sus actos, por lo que me dejo llevar por aquel instinto animal que tenía dormido hace bastante tiempo, o por qué no decirlo, desde la última vez que estuve con Andrés.

Me toma por sorpresa. Su erección es imponente, nada que no haya sentido antes. Realmente me desconcierta su actitud, pero a esta altura me da lo mismo, muerdo sus labios y responde con la misma o hasta una mayor intensidad en su acto. Mientras me acaricia se despoja de su pantalón y logro apreciar sus piernas, nuevamente cierro mis ojos. Siento como sus manos recorren mi cuerpo. Ignacio decide dejar mi boca y se apronta a mi cuello y pecho. Acaricio su cabello y espalda con mis manos, mientras se mueve de placer besando mi abdomen y bajando cada vez más hasta llegar a mi entrepierna. Le he tomado por el cuello con mis manos y lo he alzado nuevamente hasta dejarlo frente a mi rostro, por lo que se monta sobre mí, moviendo su pelvis con mesura. De pronto ágilmente logra arrancar mi camisa con sus manos dejando expuesto mi torso a su vista. Mientras mis manos tocan su espalda y vientre me es imposible no seguir acariciando sus nalgas y sexo, por lo que lo tomo y lo tumbo en la cama desgarrando su ropa interior de un solo movimiento. Ignacio se sigue moviendo, pero esta vez con mayor intensidad al sentir mi lengua acariciar tu pecho y parte de su espalda. De pronto nos vemos envueltos en una maraña de movimientos involuntarios que son terriblemente acordes a esa situación. Por lo que me doy cuenta de que es momento de actuar con todo el arsenal. Mientras me sigue besando y tocando estiro una de mis manos para sacar uno de los condones que están el mi velador. Al darse cuenta de esto, Ignacio me besa con mayor intensidad por lo que decido deponer mis movimientos.

Le he tomado con mis manos su cuello indicándole que se detenga mirándole a los ojos y haciendo un movimiento con mis labios, a lo que él se niega aumentando nuevamente sus movimientos de cadera por lo que decido actuar rápido tomándolo por la cintura y quitándolo de mi bulto con un movimiento fugaz. Es demasiado seguro de su propio accionar ante mí. Estira su brazo y busca el condón que he dejado hace unos segundos, por lo que tomo sus manos entrelazando nuestros dedos y haciéndolos hacia nuestros pechos. Nuevamente lo vuelvo a mirar y lo beso apasionadamente introduciendo mi lengua en su boca y finalmente mordiendo sus labios indicando el fin del beso, por lo que me queda mirando y refugiando y cabeza en mi pecho entendiendo lo sucedido.

Mientras toca una de mis orejas con uno de sus dedos, sigue acariciándome las mejillas, me mira a los ojos y de pronto lanza unas palabras: “¿Porqué no hemos hecho esto antes?” a lo que respondo con un simple: “No lo sé, pero siempre lo quise” por lo que se aferra aún más a mi cuerpo, que, a esa hora ya hace desnudo junto al de él. Mientras toco su espalda con movimientos circulares él araña mi abdomen en señal de no haber querido detenerse.

Después de diez minutos de no emitir comentarios el televisor sigue encendido. Siento como mis ojos comienzan a pesar quedándome traspuesto a las sensaciones que recorren mi cuerpo. De pronto siento como Ignacio se levanta dirigiéndose hacia el pasillo. Por lo que logro captar va caminando desnudo hacia la cocina, le miro por unos instantes. Al despertar nuevamente lo veo llegar con otra bandeja. En ella trae el almuerzo, pero para mi es solo el desayuno. Son más de la una de la tarde y para el común de la gente a esa hora deben comer. Es algo sencillo: un poco de spaghetti con un trozo de carne a la plancha y un jugo que mantenía en el refrigerador. Me incorporo en la cama y trato de vestirme. Ignacio me quita la ropa de las manos y la lanza lejos diciendo: “Si no vives con nadie más, atrévete a ser tu mismo, tal como lo he sido yo en estos momentos”. Quedo sorprendido por sus palabras por lo único que hago es recibir la bandeja con comida.

Después de comer y confesarme de lo que se ha dado cuenta, le abraso fuertemente, besándole la frete en señal paternal, rápidamente me vuelve a besar los labios, pero esta vez tomo cada uno de sus besos con mayor aceptación. De pronto le miro a le digo: “Por favor, quédate conmigo, por lo menos esta tarde. ¡Por favor Quédate conmigo!, No me hace bien estar solo. Sé que eso tú lo sabes muy bien. Sé que no me hace bien estar solo, y mucho menos ahora sabiendo que te tengo junto a mi, que ¡finalmente te tengo junto a mi! Aunque sea lo que queda del día, no me dejes solo. Es difícil despertar cada día no teniéndote a mi lado. Aunque sea lo que queda del día, no me dejes solo en este lugar que he construido con lo frío y oscuro de mi alma y de mi corazón” Ignacio ha quedado mirándome y sin decir una sola palabra me abraza fuertemente con sus brazos fornidos acercándome a su pecho y besando mi cuello. Luego de unos minutos sin sentir nada más que nuestra respiración me susurra al oído: “El aire de tu boca me corta el alma en mil trozos. ¡Yo que tú no debería confiaría!.. Ya que... tú olor ¡me vuelve loco! Hace encender mi flama. La cual se encontraba asfixiada, pero tú la vuelves a encenderla, haciendo hervir nuevamente mi sangre, al punto de desviarme de los mil caminos he había elegido, tomando solo uno... y ese eres tú”.