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viernes, junio 25, 2010

Capítulo 17: Despertares.

Mercedes es una mujer de campo, toda su vida la ha dedicado a servir a la familia de Gustavo, por lo que lo conoce desde que nació. Ella era más que su nana, era si amiga, confidente y hasta su segunda madre. Una vez que sus padres se separaron, fue ella la encargada de consolarlo cada vez que Gustavo sentía pena, o de celebrar las alegrías en aquellas vacaciones que las pasaba en el campo.

Finalmente, Mercedes es la encargada oficial de administrar algunos de los recursos que las tierras de Gustavo. Por lo que él le ha dado tantas libertades... pero sin embargo hay una sola razón que a Gustavo se siente unido a ella. Es Tomás, su hijo. Desde pequeños Gustavo y Tomás han jugado juntos en aquellos momentos de ocio. Aunque, para la madre de Gustavo no le agradara de que su propio hijo se juntara con la servidumbre, él aún así lo hacia, desafiando las ordenes de su misma madre. Encontraba ilógico de que dos personas no pudieran entablar una relación, por lo que le valió más de algún castigo al ignorar las órdenes de su madre.

Al pasar los años la amistad de Gustavo y Tomás se logró afiatar una vez que el mismo Gustavo se echó la culpa por una acción de Tomás. Lo que le valió el castigo de su padre. Tomás al tomarle el peso a lo sucedido decidió: nunca más dejar que pasara lo mismo, por lo que siempre protegió a Gustavo. Aunque Mercedes se daba cuenta de algunos hechos, ella se hacia la desentendida y dejaba que ellos mismo solucionaran los problemas.

Al fallecer el padre de Tomás, Mercedes optó por lo más sano. Según lo que ella misma creía: enviarlo a un internado cerca de la ciudad. Ese mismo verano, Gustavo al enterarse de lo que su propia nana había hecho la condenó, desafiándola a que hiciera lo mismo con él. Pero como toda nana no pudo más que seguir las ordenes de su patrón y no tomarle importancia.

Al pasar los años. Con un poco de madures en el cuerpo Gustavo se dispuso a hablar seriamente con Mercedes acerca de su hijo, el cual hacia en un internado. Luego de algunas conversaciones Gustavo logra sacarle un poco de información a Mercedes. La suficiente como para saber el lugar exacto donde se encontraba, al pasar algunas horas, Gustavo logra convencer a su padre para que le preste uno de los vehículos para ir a la cuidad con la excusa de ir a comprarse ropa. Por lo que su padre accede.

En la misma ciudad Gustavo saca de su billetera las direcciones y calles que había anotado después de hablar con Mercedes en el campo, para luego dirigirse a ellas. Una vez en el lugar se baja de la camioneta y camina rápidamente hacia la entrada principal del internado sin no antes bajar un bolso el cual se veía lleno de cosas.

Al tocar la puerta y después de identificarse y llamar a Tomás, Gustavo se reúne con él en uno de los salones, rápidamente Tomás lo dirige hacia su habitación para tener una conversación un poco más “Personal”. Al Ingresar Gustavo le pide que no haga preguntas y que solo tome lo necesario para depositarlo en el supuesto bolso que llevaba. Tomás sin entender mucho hace lo que su amigo le dice. Después se dirigen hacia la primera habitación en la cual se saludaron. Gustavo se despide de él dándole una nota en un papel, para luego salir del internado cómo si nada hubiera pasado. Toma el bolso y lo mete en el asiento posterior de la camioneta. La hecha a correr y avanza media cuadra, espera unos segundos y al mirar por el espejo retrovisor ve como Tomás salta desde una de las paredes del internado corriendo rápidamente en sentido contrario. Gustavo se apresura para dar la vuelta en la camioneta y alcanzarlo una cuatro o cinco cuadras más allá.

Al disminuir la velocidad Gustavo le toca la bocina de la camioneta para darle la seña a Tomás, éste se detiene, lo ve y abre la puerta de la camioneta, al cerrarla Gustavo celera con rumbo al sur, sin siquiera saber hacia dónde se dirigirán. Una vez pasadas sus diez o doce cuadras Gustavo enciende la música, Tomás se logra relajar y mirándolo a la cara le dice:

-¡Me van a cortar las pelotas, solo por hacerte caso!
-¿Y eso qué importa? Están las ganas, el dinero y la camioneta de mi papá... déjamelo a mí. Total a la Mercedes ¡yo me la convenzo!
-¡No seas estúpido, mi madre no me lo perdonará nunca!
-A ti no, pero a mi si.

El silencio se apoderó un instante, solo se oía la radio. Luego de unos segundos Gustavo se ahorrillo y detuvo el motor justo al lado de una botillería. Sin decir nada se baja de la camioneta y vuelve con un arsenal de alcohol. Tomás se soba las manos y toma una de las latas de cerveza y la abre, alza su mano en señal de un brindis y bebe un trago. Gustavo le lanza un guiño cómplice y acelera para no detenerse hasta la bifurcación del camino. Le hace una seña a Tomás abre una lata de cerveza y se la entrega.

Al pasar los minutos Gustavo finalmente detiene por completo la camioneta, desciende de ésta para echarse a caminar unos pasos, detrás viene Tomás, casi pisándole los talones. Al detenerse, Gustavo bebe un sorbo más de cerveza, se da la vuelta y lo queda mirando fijamente a los ojos, acercándose lentamente hacia sus labios, besándolo suavemente. Las pupilas de Tomás se han aumentado para poder captar el momento. Deja caer si cerveza al suelo en señal de sorpresa, pero luego de unos segundos cierra sus ojos y baja sus brazos para abrasar a Gustavo y correspondiendo el beso que ha iniciado. Ambos sienten cómo su temperatura se eleva, cómo sus lenguas se entrelazan y cómo sus cuerpos se acercan más y más, generando movimientos propios de los animales en sus propias pelvis. Sus penes ya han aumentado de tamaño y sus manos comienzan a acercarse hacia su vientre. Ahora los besos ya no solo son labio a labio, han comenzado a esparcirse hacia sus cuellos bajando lentamente. Gustavo detiene los movimientos y dirige a Tomás hacia la parte posterior de la camioneta. Una vez en ella, Gustavo se acuesta y Tomás se monta sobre él para seguir besándolo en sus labios, en su cuello y en su vientre. Gustavo rápidamente libera sus manos y logra arrancarle la polera a Tomás, para ser él quien ahora lo bese, no solo en el cuello... Tomás se mueve con mesura. Gustavo arranca su pantalón y ropa interior, para comenzar a besarlo lenta y suavemente en la espalda. Su lengua se hace cada vez más sensible a los mismo movimientos de Tomás, el cual le aprieta las manos cada vez que Gustavo sigue bajando hasta encontrar sus glúteos. Tomás se mueve y jadea del placer, por lo que Gustavo suelta la prisión de sus manos y separa sus glúteos para poder lamerlo. Tomás sigue jadeando y moviéndose indicándole lo obvio. Gustavo acerca su pubis a las nalgas de Tomás y luego de uso cuantos intentos y lamidas lo logra penetrar profundamente en conjunto de los mismo movimientos de Tomás el cual se incorpora para seguir el ritual y hacerse parte de la propia acción, tomando el control de aquella oportunidad. Los movimientos de Gustavo se han apaciguado y es Tomás quien ahora dirige la acción. Fuertemente con una de sus manos lo toma por el cuello y con la otra araña su espalda, mientras Gustavo lo besa en el cuello y con una de sus manos lo masturba rápidamente. Al sentir esto, Tomás comienza a moverse cada vez más apresurado y jadeando cada vez más fuerte acercándose más hacia la oreja de Gustavo, que al sentir su respiración agitada también se mueve más aprisa que en un comienzo. En un momento Tomás araña fuertemente la espalda de Gustavo y grita cerca en su oído para apretar su esfínter y eyacular justo en el pecho de Gustavo. Al verlo, Gustavo decide seguir moviéndose, con saltos pequeños, Tomás nuevamente se aferra a Gustavo y vuelve a eyacular, pero esta vez no sólo, si no que en compañía de Gustavo. Pasan unos momentos y ambos se quedan adheridos el uno al otro para luego quedarse tendidos en la parte posterior de la camioneta.

Han pasado los minutos y ambos ven las primeras estrellas que llegan con el atardecer. Gustavo baja la mirada y se enfoca hacia Tomás, le gira su mentón y lo besa en la boca, a lo que responde, abrazándolo suavemente.

Después que la luna está en lo alto, Tomás y Gustavo siguen su rumbo desconocido hacia el sur, haciendo algunas detenciones solo para comer, follar y dormir.