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miércoles, marzo 20, 2013

Capítulo 22: ¿Me haces Feliz?


Son aproximadamente las 4 de la madrugada, y Gustavo nunca ha logrado resolver su insomnio. Mientras por su cabeza pasa la idea de encender el televisor o la computadora. Mientras lo hace, quita de su cuerpo aquella sábana que le tiene prisionero desde hace un par de horas. Su estómago se estremece pidiendo un bocadillo. Si bien se decide por la computadora, Gustavo la enciende y mientras esta carga los programas, se dirige hacia la cocina – A esa hora nadie debe estar despierto, salvo algún peón que se ha levantado para hacer la guardia – camina a torso desnudo por medio de los pasillos oscuros. En sus manos lleva su celular, el cual le sirve para dar los pasos gracias a una pequeña linterna incorporada. Una vez al lado del refrigerador lo abre y saca unos envases plásticos y los coloca en el microondas para luego sentarse en la mesa de diario. Desde ahí aprecia el control remoto del televisor, por lo que lo enciende y coloca el canal de las noticias local. A esa hora solo pasan videos musicales de hace dos veranos atrás. Mientras come, y con todo el resto de la casa a oscuras, logra percibir algunos pasos por el corredor externo, por lo que levanta su vista, aprecia una silueta ancha y con una luz en sus manos. Por lo que decide tomar su celular y marcar un par de números. Si suena en el exterior lo pasará por alto, pero si no lo es debe ser algún pillo que anda buscando algo para robar, lo cual se hace bastante común en esa fecha del año.

Al presionar el último número y escuchar el tono de llamado, afuera se escucha una melodía conocida por Gustavo. Es Antonio, quien contesta con una pequeña carraspera en la garganta.

-Gustavo ¿Pasa algo? – dice Antonio aclarando su garganta.
-Ridículo, me asustaste. Creí que se habían metido a robar – establece Gustavo con una voz más aliviada al escuchar hablar a Antonio – ¿Qué haces en pie a esta hora?
-Mi trabajo, estoy de guardia y me ha tocado el turno a mí, ¿tú donde estás? – pregunta Antonio moviendo la cabeza de un costado a otro en busca del interlocutor.

Gustavo se pone de pie y se dirige hacia la puerta de la cocina que da hacia el exterior. Desde ese punto le lanza un pequeño silbido a Antonio, quien se da vuelta y se dirige hacia su patrón a paso firme. En su pensamiento cree que algo grave a pasado, pero para fortuna de él, Gustavo lo Invita a pasar un momento a la cocina. Mientras le ofrece un poco de su propia comida, Antonio se despeja de su chaleco que lleva puesto. Los ojos de su patrón se quedan fijos en su celular. Trata de apagarlo para que no los interrumpan las alarmas que tiene puesta a esa hora. Una vez finalizada esa acción, comienza a entablar una conversación a la luz de la televisión que aún se mantiene encendida. Si bien hace calor Antonio se prepara un té de hojas para refrescar su garganta y le agrega un poco de miel. Según él para evitar el “resfriado de verano”. Por lo que Gustavo también se apunta con un tazón.

Mientras charlan, Antonio trata de escarbar un poco en la vida personal de su patrón, a lo que Gustavo responde con claridad y haciéndole preguntas un poco mas generales. Si bien ya sabe cual es su intención, aún no ha dejado preparado a Antonio para escuchar lo que desea, por lo que sencillamente decide cambiar el tono de la conversa. La dirige hacia el futuro, Gustavo le pregunta por sus sueños. Si bien Antonio tiene un título técnico le gustaría progresar un poco más y tener un cartón universitario. Si bien se decide por la ingeniería, solo ha optado por el plan común en una universidad de la región, para luego decidir bien su futuro. Todo esto pasa por lo intelectual, también pasa por el tema económico. Ha solicitado un crédito al estado para seguir sus estudios. Una vez ya en clases deberá seguir trabajando para poder costear la estadía en la ciudad. Si bien Gustavo le presta toda la atención a su voz, le pide que se detenga un momento para poder ir a su habitación a buscar su computadora portátil y unas cosas más.

Mientras Gustavo se dirige a su habitación, Antonio se dirige a la puerta de la cocina para observar detenidamente el campo para saber si existe algún indicio de actividad. En la habitación, Gustavo saca desde su velador una pequeña cajita, la acomoda sobre su computadora y se dirige hacia la cocina mientras teclea algunas direcciones. Al colocarle sobre la mesa sigue ensimismado, abriendo y cerrando pestañas en el navegador de Internet. Antonio lo ve como ágilmente mueve los dedos y se queda un momento pensando para luego seguir en lo suyo. Al observarlo tan concentrado lo interrumpe con un aclaramiento de su garganta. Gustavo le hace un gesto con la mano llamándolo e indicándole que se sentara a su lado. Mientras sigue tecleando le pide que abra la cajita y que prepare una “cosita poca”. Gran es la sorpresa de Antonio al percatarse de que en esa caja tan común e inocente se encontraba la ilegalidad. Son unos papelillos de arroz y un poco de marihuana.

-Gustavo, ¿Desde cuándo tienes esto acá, desde cuándo fumas? – dice Antonio perspicaz al tener el contenido en sus manos.
-Desde hace mucho tiempo, si bien la usaba como inductor del apetito, ahora le uso como inductor del sueño – establece sin quitar la mirada del computador – si quieres te puedes llevar un poco, total en esta zona eso se pierde.
-¿Y cómo la has conseguido?
-Digamos que tengo mis influencias, las cuales no son pocas y varias de ellas me deben varios favores. Pero eso es harina de otro costal – establece dirigiendo si mirada inquisidora hacia las manos de Antonio – Por lo visto te manejas bien haciendo esos pitos, me los podrías dejar todos hechos para después – dice riendo.
-Claro, claro no hay problema, en hacer esto no me demoro nada – mientas lame el pegamento del segundo cigarrillo de hierba.
-Antonio, la verdad no todos son para mi, algunos son para Mercedes – dice en un tomo mas serio – Ella no solo anda de vacaciones visitando a su hijo, también se ha ido a hacer unos exámenes a la capital. Es más, está en mi departamento en estos momentos. El otro día me ha llamado para decirme que su temor se ha vuelto realidad.
-¿A qué te refieres?
- Me refiero a que la “Meche” tiene cáncer y esto le ayuda a disminuir su dolor y su angustia. Y es por esa misma razón que ando buscando a una persona que se haga cargo de este campo. Yo no puedo, debo administrar la otra empresa en la capital y simplemente no me queda tiempo para esto.
-Entiendo, pero ¿por qué no lo vendes?
-Por la sencilla razón de que me moriría yo también. Este campo, esta tierra son mi conexión a la realidad, mi válvula de escape a mis problemas de allá de la capital. Es por esa razón que no puedo vender – dice mientras toma uno de los pitos de marihuana y lo enciende dando una gran bocanada, para luego exhalar el humo de sus pulmones – y por lo mismo había pensado en prepararte a ti para que dirigieras estas tierras – el rostro de impresión de Antonio se vuelve cada vez mas grande, por lo que le quita el pito de hierba y le propina una calada onda, sin dejar salir mucho el humo. Mientras pasan unos pocos segundos se lo devuelve sosteniéndole solo de la punta – No te impresiones demasiado, primero deberás estudiar y te irás junto a mi a la capital. Mientras tanto este campo quedará en manos de Mercedes y Tomás, su hijo. Una vez que hayas terminado tus estudios te podrás hacer cargo solo de estas tierras.
-La verdad Gustavo, me siento impresionado por todo lo que me estás diciendo, si bien me encantaría hacerme cargo, simplemente no puedo costear tantas cosas. Me es imposible, además mis padres tampoco son un gran apoyo en ese sentido, por el contrario, yo soy el sustento de ellos.
-Nadie ha dicho que dejarás de trabajar, por el contrario seguirás trabajando, pero con la diferencia de que será en otro lugar. Y respecto al pago de los estudios... tómalo como un préstamo, como un crédito... y respecto al cambio de universidad, recuerdas que te dije mis contactos... bueno los usaré.

Para Antonio esta oportunidad en su vida no se le había presentado nunca, no la dejaría escapar. En su mente comienzan a surgir nuevas ideas, nuevos horizontes, más aún ayudado por la hierba que ha consumido. De pronto comienza a reír sin razón aparente. Gustavo no se queda atrás por lo que lanza una carcajada que trata de disimular mientras tapa su boca con una de sus manos con la otra apaga el computador al momento de ponerse de pie. A su vez, Antonio se percata de esta acción, comienza a guardar los cigarrillos en la caja de madera mientras también se pone de pie, en una clara señal de haber terminado el entretiempo de su guardia nocturna, por lo que se la entrega a Gustavo, éste se la recibe con una de sus manos y con la otra lo arrastra hacia él y dirigiéndolo rápidamente a su habitación para luego, empujarlo en su cama, despojándolo solo de sus zapatos. Gustavo se acurruca justo a su costado. Mientras con uno de sus dedos acaricia el mentón de Antonio le dice: “No me creas un caliente, todo a su tiempo. Por otro lado también puedes traer a César a la capital, se nota que te quiere, además, tampoco le faltaría el respeto, soy un caballero. Ahora duérmete” establece con un tono paternal y se da vueltas para coger su espacio en la cama y poder conciliar el sueño. Antonio realmente no logra creer lo que sucede y piensa: “¿Me hace feliz esta situación?” pero rápidamente la respiración de Gustavo logra hipnotizarlo y hacerle caer en un sueño profundo.

martes, marzo 19, 2013

Capítulo 21: Anhelando un alma perfecta.


Si bien Gustavo ha podido llevar a cabo su proyecto, aquél de oficinas y conjuntos habitacionales, ha logrado reunir a todos quienes alguna vez fueron parte fundamental en su vida. Al pasar por toda esa situación tan estresante para él en la parte emocional, Gustavo ha decidido dejar de lado tanta entrevista y reuniones con los ingenieros del proyecto. Por este motivo se retira de las canchas (como él le llama a la industria). Por lo que decide pasar nuevamente una temporada en el campo. Si bien Mercedes es su ama de llaves y su primera colaboradora en los negocios, ella se encuentra de vacaciones, su hijo la ha invitado a la gran ciudad. Por lo que Gustavo se ve en la obligación de arreglárselas solo en aquel espacio tan natural.

Si bien el resto de los empleados no tiene mayor desdeño en cumplir sus órdenes, ellos se encuentran reacios a su presencia en esas tierras llenas de verde. Creen que es una persona amargada y repulsiva. Que no es de fiar, y lo que es peor: creen que por ser homosexual les puede contagiar alguna lacra. Pero no todos piensan lo mismo. Antonio, un hombre apuesto le parece interesante. Lo ve cada vez que sale a caminar por el bosque. O en busca de alguno de los percherones que Gustavo tiene en los establos. Si bien no se dirigen demasiado la palabra, más que para un: “Buenos días patrón” o un “Hasta luego patrón” a Gustavo le simpatiza Antonio. Si bien es nacido en la zona, no tiene el mismo acento que el resto de los hombres que trabaja en las tierras. Además no pasa escuchando la típica música mexicana que escucha su ascendencia. Por el contrario, le molesta. Antonio escucha música con los audífonos puestos, a un volumen que a cualquier otro podría dejar sordo o con un grave daño en sus oídos. Pero a él no le interesa eso, solo escucha música alternativa, música rock sinfónica. Esto último es lo que le llama la atención a Gustavo, los acordes y sinfonías de esa música estridente para el oído de cualquier otra persona le cae bien. Recuerda cuando era más pequeño y cantaba en el coro del colegio. Si bien no tenía una voz de pito, podía alcanzar tonos muy bajos, los cuales a su profesora hacia sacar todo su interés. Ella creía que alguna vez Gustavo podría llegar a ser un gran cantautor. Si esto último a Gustavo le causaba gracia, nunca aprendió más allá de lo que era una cuarta o una octava de su tono, ya que para él, el cantar era solo un hobby.

Una tarde de verano, alrededor de la una de la tarde Gustavo ha vuelto del pueblo en la camioneta blanca. Es una cuatro por cuatro con todos los lujos que puede tener (hasta GPS). En la parte posterior trae mercadería suficiente para no volver a ir al pueblo por cuatro o cinco semanas más. Si bien dentro de la cabina la temperatura es agradable por el aire acondicionado, afuera el calor es asqueroso. Apenas abre la puerta para llamar a los empleados siente como comienza a sudar, por lo que rápidamente se saca la camisa a cuadros que lleva puesta. Para protegerse de la radiación en su rostro toma una chupalla y la acomoda en su cabeza. Ágilmente comienza a dar ordenes de que descargar con mayor cuidado y que no. De reojo ve como se acerca Antonio para ofrecer si ayuda, sin no antes quedarlo mirando con la boca semiabierta y lanzando un suspiro. Si bien casi nadie lo nota, Gustavo se da cuenta de esta acción, aprecia los movimientos oculares de Antonio. Sus ojos se centran en sus pectorales tonificados, su abdomen marcado y sus oblicuos perfectos. Para cualquier mujer esto sería un adonis en vida, pero para su dueño es el fruto de hacer una buena cantidad de ejercicio todos los días.

Gustavo entrega las órdenes a sus peones, mas Antonio aún embobado no capta con claridad la voz de su patrón por lo que decide quitar los audífonos de sus oídos. Al realizar esta acción tan sencilla, Gustavo toma ventaja y le ordena sacar las bolsas que se encuentran al interior de la cabina anterior de la camioneta y llevarlas a su habitación. Si bien, Antonio reacciona unos segundos más tarde contesta como es de costumbre: “Si patrón, a su orden” y parte rápidamente a ejecutar la acción comandada por el dueño de todas esas tierras.

Al ingresar a la casa, Gustavo es sorprendido por una de sus empleadas quien le trae una bandeja con un jarro con agua y cáscaras de naranja en su interior. El dueño, agradece si gesto y de una sola vez bebe casi el litro de agua fría ofrecida, el resto del agua lo usa para echárselo a una planta que se encuentra cerca de él, para luego seguir camino a su habitación. Al entrar en ella, sorprende a Antonio ordenando las bolsas sobre la cama. Si bien Antonio no se ha percatado de la presencia de Gustavo, este cierra la puerta y se acerca rápidamente y desconecta de un tirón los audífonos del reproductor que Antonio trae en su bolsillo. Esto desata la petrificación de su ser, cree que lo despedirán, que lo dejarán de patas en la calle, por lo que implora de inmediato palabras de disculpas. A lo que Gustavo responde con un “Cálmate, cálmate por favor, no te voy a despedir, solo te quería preguntar como se llama el grupo que estabas escuchando el otro día” a lo que Antonio responde temerosamente con un “El grupo se llama Nightwish, es Metal sinfónico” Si bien Gustavo asienta con la cabeza no saca si mirada de los ojos de Antonio, por lo que éste retrocede unos pasos introduciendo una de sus manos en el bolsillo en donde lleva el reproductor y ofreciéndoselo a Gustavo, quien gustoso lo recibe estirando uno de sus brazos marcados y abriendo la palma de su mano recibiendo el aparato, no sin antes observar la reacción de Antonio al tocar con sus dedos largos y suave la piel blanca la mano de quien le ofrece el artilugio electrónico. A lo que rápidamente Antonio baja su mirada enfocándola en la hebilla del pantalón de su patrón.

-Podrías dejar de decirme patrón y llamarme por mi nombre – dice Gustavo observando el aparato en sus manos.
-Peso patrón, la señora Mercedes me han dicho que siempre lo trate con respeto – responde Antonio bajando más aún la mirada.
-Lo entiendo, pero no es una sugerencia, es una orden, además el que me trates por mi nombre no hará que me faltes el respeto, o es que ¿acaso me equivoco? Por otro lado, casi tenemos la misma edad ¿o me he vuelto a equivocar? – repara Gustavo dirigiéndose hacia el escritorio en el cual tiene su computador portátil.
-Si es una orden suya si puedo pues don Gustavo.
-Don no, solo Gustavo.

Luego de observar la música que Antonio posee, Gustavo le devuelve el reproductor y le pide que se retire, por lo que Antonio se dirige raudo hacia la puerta. Antes de salir, Gustavo le vuelve a recordar que desde ahora solo de debe llamar por su nombre y le pide que se lleve una de las bolsas que se encuentra sobre la cama.
-Esa Bolsa es para ti Antonio, ábrela cuando estés solo – dice Gustavo sin si quiera levantar un solo hueso de su asiento.
-Gracias Gustavo, pero no tuvo para que molestarse – establece con una voz temblorosa.
-Tómalo como uno de tantos regalos más “Toño”... – replica Gustavo – ¿te molesta que te diga de esa manera?
-No, no Gustavo, para nada – dice retirándose definitivamente de la habitación.

Ya es de noche y Antonio no haya la hora de que se encuentre completamente solo para abrir la bolsa que su patrón Gustavo le ha obsequiado. Es una bolsa plástica color violeta, se encuentra sellada, en su interior Antonio se encuentra con una tarjeta, al abrirla se encuentra con un “Feliz Cumpleaños, espero que disfrutes tu regalo. Lamento no haber encontrado nada mejor” emocionado, Antonio abre el envoltorio de papel que se encuentra al costado de la tarjera. Cuidadosamente retira cada una de las cintas adhesivas que lo cubre. Una vez finalizado ese rito, procura observar detenidamente: es un celular de última generación, capaz de almacenar más de 1 terabyte de información. Desde simples imágenes hasta películas completas. En la misma bolsa se encuentra con unos audífonos inalámbricos y otra caja más. Es un disco del grupo que le ha mencionado a Gustavo. Si bien solo había descargado algunos temas, le sorprende tener un disco original en sus manos. Esto definitivamente le alegra lo que le queda del día, pero le llama la atención de que su patrón se haya comportado de esa manera. Sin embargo lo inunda otra duda más ¿qué será de César? ¿Cuál es la razón de no haber recibido alguna carta o llamado para su propio cumpleaños?