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Espero que les gusten las historias. Dejen su marca una vez leidas.

sábado, septiembre 23, 2006

Historia 10: Drogadicto Melancólico.

No hallaba la hora que saliera del hospital, para mi las heridas eran bastante grandes, pero me decía que no sentía dolor (Le hecho la culpa a la Canabis que se fumo antes de salir de la casa). Debo admitir que lo obligue a ir al medico.

Después que salió de la consulta con unas vendas, pelando el cable y una radiografía bajo el brazo me miró y me dijo: “debería haberme quedado callado” a lo que asentí con la cabeza. Después de explicarme un poco el diagnóstico que le dieron nos fuimos a comer algo. Así, como siempre nos dirigimos a un local donde venden cosas rápidas, y pedimos papas fritas y una bebida grande, suficiente para calmar la sed producida por el calor que estaba en el local en esos momentos.

El bajón que teníamos era inmenso. No hablábamos nada de nada. Sólo nos dedicamos a devorar nuestra merienda. Una vez terminada nos fuimos a la casa. El verdadero desastre que apreció era inmenso, de inmediato se puso a hacer aseo, lo que reproché ya que aún no se recuperaba de la paliza que le habían dado. No me impuse más de lo que debía, pero insistía en segur ordenando el desastre.

Estaba en la pieza echado sobre la cama viendo la TV cuando de repente sentía como me quedaba dormido escuchando lo que decían en el canal de noticias y el sonido de la aspiradora. Con el control en la mano caía en un sueño ligero, de repente escucho el sonido de mi celular, creía que era la TV, pero no quise levantarme a buscarlo. Escuche un grito desde el living.

Exaltado me di cuenta que había dormido más de 1 Hora. De inmediato me levanté y fui al living para ver como seguía el desastre. Vi el celular y la llamada fue contestada (me sentí invadido) pegunte que habían dicho, en esa llamada, a lo que me respondieron con incoherencias. Luego de hacerle entrar en razón me respondió que había llamado mi mejor amigo sólo para decir que se encontraba bien, que no me preocupara y que cualquier cosa me avisaría. Al instante me dirigí nuevamente a la habitación.

Estando en esas pareces con el sonido del televisor pensé lo estúpido que he sido, a pesar que somos unos drogadictos seguimos estando juntos, creo que con esto ya hemos pasado bastante. Pero ¿por qué aún no concretamos algo? O sea llevamos bastante tiempo saliendo juntos. . . Pero no lo sé, quizás no quiera perder su libertad.

En ese momentos sentí sus pasos venir con fuerza a la habitación. Me miro fijamente y dijo:

-Ya está todo limpio y ordenado, mejor me voy antes de ocasionar más daño.
- ¿Por qué no te quedas hasta mañana?
-Por la sencilla razón que me quiero ir
-Esa no es una respuesta.
-Si, lo es – Respondió desafiante.

Tomó sus cosas que estaban en la pieza y las colocó en su mochila, sin más que decir salio de la habitación con rumbo a la puerta de la calle. No sabia que hacer. Detenerlo y decirle, o callarme y dejarlo ir. Una vez que cerró la puerta me di cuenta lo que estaba perdiendo. Rápidamente corrí hasta afuera y le grité: “Te Amo”, en eso volteó sorprendido de mi actitud espero que me terminara de acercar para darme un beso. Cuando sentí que sus labios ya no tocaban los míos me miro fijamente a los ojos y respondió: “Yo también te amo, aunque seamos unos enfermos, yo también te amo, pero tengo me da miedo, mucho miedo a que te siga haciendo mas daño del que he provocado hasta el momento. Mírate, mira tu casa, mírame”. Volvió a acercar sus labios a los míos para besarme nuevamente, esta vez yo alegue mi boca para pedirle que se quedara, a lo que me respondió: “tengo miedo de lo que venga, mejor que las cosas queden hasta acá”. Se dio media vuelta y se marchó.

domingo, septiembre 10, 2006

Historia 9: ¿Dónde Estoy? Destino Desconocido.

No me fue nada agradable romperle el corazón a mi madre. El cerrar la puerta sólo abrió una nueva etapa en mi vida.

Caminé en medio de la ciudad, quería gritar en medio de la cuidad, pero no sacaba nada con hacerlo. El amor de mi vida se perturbó por una sombra del pasado la cual lo seguirá por el resto de su vida, un pasado que para mi es un fantasma que me agobia en cada ocasión de mi presente.

Estando en el Metro veía la cara de aquellos que al igual que yo estaban preocupados de sus problemas. Sentado en una de las butacas me percate que alguien me estaba observando detenidamente. Al volver a pestañar me di cuenta de una sonrisa en su rostro. No pude evitarlo y también sonreí. Gesticulé mis labios un hola, la respuesta de mi receptor fue una carcajada. Por lo menos me logró despegar los pies de la tierra por uno instante. Ese bebé de no más allá de 1 año y medio me dio una esperanza, pero su madre me volvió los pies a la tierra cuando se dio cuenta de los gestos que le hacía al pequeño. Baje mi mirada y volví a mis preocupaciones.

A esa hora de la noche ya no sabia que hacer, no podía acudir a cualquier parte o persona. Mi intención no era que todos se enteraran que estaba huyendo del fantasma así que decidí llamar a mi mejor amigo, por desgracia no contestó ninguna de mis llamadas, sólo me desviaba al buzón de voz por lo que le dejé unos mensajes, al colgar por última vez realmente me sentí desprotegido. Una ruptura amorosa, un quiebre con mi familia y un amigo ausente irrumpió mi alma. Mi nerviosismo se hizo más grande aún.

Lo único que desee en esos momentos fue desaparece de la vida de todos, por lo que fui a un Terminal de buses. De inmediato me dirigí a la boletería.

-Buenas noches.
-Buenas noches, ¿Tiene pasajes para el próximo bus?
-¿Cuál es su destino?
-No lo sé. Algún bus que vaya lejos.
-Si señor, pero necesito saber a dónde desea viajar.
-¡Ni yo lo sé!, ¿el próximo bus en cuánto rato mas sale?
-En 45 minutos más. El destino final es Valdivia.
-Muy bien, véndame un pasaje, que sea para la ventana.
-El número 34 está disponible, serían $24.500
-Ahí estaría el dinero. ¿El bus ya esta en el andén, se podría dejar el equipaje al tiro en el bus?
-Si señor, el bus ya esta recibiendo los pasa a los pasajeros. Disculpe señor, ¿Se siente bien?
-La verdad no, por eso quiero un pasaje lejos de aquí. Buenas noches.

Dejé el equipaje en el bus, mientas hacia la hora para la salida fui a una cafetería del mismo Terminal. Pedí algunas cosas para el camino y algo más para comer antes del viaje: un chocolate caliente, un sándwich, un agua mineral y unas galletas. Después de haberme tomado el chocolate fui al baño de la cafetería, no precisamente para hacer mis necesidades, sino que para fumarme un porro. Cuando lo encendí y aspire la primera bocanada logré relajarme un poco. Por fortuna nadie interrumpió mi ritual. Al terminarlo fui al andén con mis compras de último momento. Abordé el bus y partió rumbo al sur del país. Una vez cortado el boleto caí dormido con los ojos lloros.

Desperté 5 o 6 horas más tarde. Ya de madrugada no sabía donde estábamos, sólo sabía que el bus estaba detenido esperando el abordaje de otros pasajeros. Aproveche el instante para bajar del bus y pedir mi equipaje. Le explique al auxiliar que bajaría antes de mi destino final. Ya con los bolsos abajo me detuve a ver como el bus retomaba su curso al sur. Detenido escuche por alto parlante: “Se anuncia la salida bus con destino a Valdivia”. Espere pacientemente hasta que se acerco un taxista a peguntarme donde iba, a lo que respondí: “Lléveme a la plaza central”

Una vez en la plaza le pregunte al chofer: “¿En que cuidad estamos?” con asombro me miró y me respondió. Luego le pedí que me llevara a alguna residencial cerca para dormir un poco más. Le pagué la carrera y le pedí alguna tarjeta de presentación por si necesitaba de sus servicios nuevamente.

Ya registrado en la residencial me condujeron a mi habitación, la cual se caracterizaba por tener un ventanal inmenso con una vista espectacular hacia toda la ciudad. Antes de despachar al encargado (el cual era joven, atractivo, simpático y para mi asombro pertenecía al clan) pedí que me trajera el desayuno. Mientas comencé a desempacar algunas cosas para darme una ducha rápida antes de acostarme nuevamente. Al salir del baño sonó la puerta, era el desayuno. Le dije al encargado que lo dejara sobre el velador, su nerviosismo era evidente al dar vuelta uno de los vasos. – No te Preocupes, suele pasar – dije – Supongo que estas de saliente de turno – a lo que me respondió con una afirmación. ¿Mañana en la noche también trabajas?, por que si es así me podrías orientar un poco acerca de esta ciudad. El encargado respondió asombrado por mi petición con una nueva afirmativa, luego se retiró. Al terminar de comer encendí un porro, nuevamente mi ritual terminaba invicto de molestias.

En la cama, acostado, mirando el techo me pregunté ¿Qué estarás haciendo en estos momentos? Esa misma pregunta me hice cuando llegue al campo.

martes, septiembre 05, 2006

Historia 8: Una Maleta y Una Servilleta.

Acababa de salir de la ducha y me dirigía a mi habitación. Una vez vestida bajé a preparar el desayuno. Coloqué el hervidor que me había regalado mi hija (según ella las teteras habían pasado de moda) mientras hervía el agua prepare mi jarro junto con un pan tostado y mermelada, tal como me lo indicó el médico. Me senté, encendí el televisor para que me hiciera compañía, como todas las mañanas. En esos momentos estaban hablando de las crisis que pasan las familias Chilenas en algunas etapas de sus vidas. Debo reconocer que me sentí identificada con algunos de los testimonios que mostraron. De un instante a otro me vino una corazonada. Algo malo estaba sucediendo con algún familiar.

Sonó el timbre y la situación angustiante invadía mi alma una vez más. Deprisa me levante y fui a la puerta, al mirar por la ventana vi a mi hijo menor. Una de sus manos sujetaba una maleta, en la otra buscaba las llaves para poder entrar. Creí que volvía a casa tal como lo hizo en más de una ocasión. Se dirigió hacia la mampara y me saludo con un beso en la mejilla.

-Hola madre, ¿Cómo está?
-Bien, estaba tomando desayuno ¿Me quieres acompañar?
-Sólo vengo de pasadita – Respondió mientras entraba junto con la maleta – vengo a buscar unas cosas y me voy.
-Pero cómo. . . ¿Ni si quiera vas a acompañar a esta vieja que te quiere tanto?
-Lo siento madre, pero estoy apurado.

En ese momento me di cuenta, mi presentimiento se confirmó. Él nunca hacia visitas tan cortas. No quise insistir más. Lo conozco tan bien, si lo hubiese hecho él descargaría su furia contra mí.

Él subió a su habitación, la cual estaba intacta, tal como la dejo la última vez que se fue. Mientas fui nuevamente a la cocina. Le preparé una colación al igual cuando iba a la escuela, un jugo de durazno, una manzana y un pan con queso. En una servilleta le escribí una nota que decía más menos así: “Hijo, recuerda que te amo, no dejes de confiar en mí. Pase lo que pase aquí estaré para ti”. Envolví todo en una bolsa de papel y la deje en la mesita del teléfono que estaba al lado de la puerta.

Percibí que el ambiente se volvió tenso, no por mi parte, si no por parte de él. Subí al segundo piso con la excusa de mostrarle las últimas pinturas que hice. Al entrar en su habitación el panorama era desalentador.

La maleta tirada en el suelo. Dentro de ella una pilchas y unos manuales de usuarios de sus equipos. Alrededor unos trozos de vidrio quebrados, eran de un porta retratos. Los cajones de su velador y su cómoda estaban volcados uno sobre otro, como si algo buscara. Él estaba arrodillado junto a la cama llorando como un niño si consuelo. Mi corazón se tuvo que aguantar para no estallar.

-Hijo ¿Qué es lo que te sucede?
-Nada madre. . . Ya no puedo más con esto, no doy más. . . todo mi mundo se viene abajo. Madre, ¡no quiero que esta caída me lleve bajo tierra!
-Hijo si me cuentas podría ayudarte.
-Ojala pudiera hacerlo, pero este es mi problema.
-No me vengas con esas tonteras, ¿Te has tomado las pastillas? Apuesto que no.
-Lo que me faltaba, estoy mucho más cuerdo de lo que cree mamá, no necesito depender de una pastilla por el resto de mi vida.
-Hijo, ese tema ya lo hemos conversado una y mil veces. Por favor cuéntame que es lo que pasa.
-No me obligues a hacerlo, no deseo recordarlo.

Se puso de pie y cerró la maleta. Dio vuelta uno de los cajones y encontró lo que buscaba. Lo puso muy rápido en su bolsillo y salio por la puerta de su pieza tratando de arrancar. Lo seguí hasta la puerta. De un tranco se detuvo en la mampara y sin mirar atrás dijo: “Adiós madre, si llama alguna persona dígale que no me ha visto. Yo estaré bien, no se preocupe, cualquier cosa la llamaré”. Nuevamente se fue de mi lado. Mi hijo estaba en una nueva crisis, esta vez no pude hacer nada para ayudarlo, excepto darle el espacio que me pedía.

Tomó la bolsa de papel y abrió la puerta. Lo ultimo que dio fue “Gracias por la colación. Recuerde que la amo” y cerro la puerta. Fui a la ventana para ver si volteaba. . . el orgullo lo guió calle abajo.

Quedé sola en casa, lo único que se escuchaba era el ruido del televisor y mi respiración agitada por la conmoción.

Caminado como un zombi subí a su habitación. Trate de ordenar un poco el desastre que quedó después de ese altercado. Una vez terminado ese trabajo me dedique a observar lo que se había llevado. Faltaba ropa de invierno, unos libros, una lámpara y su Pasaporte. . . Nunca más lo volvería a ver.

El teléfono comenzó a sonar, era su pareja, la voz de desesperación que tenía no me dejo cumplir lo que mi hijo me pidió antes de irse.