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jueves, julio 01, 2010

Capítulo 18: Estallido.

Luego de pasar el verano con Tomás y volver a la capital Gustavo lo sigue llamando en forma diaria, pero Tomás, a medida que va pasando el tiempo ya no contesta su teléfono, tampoco responde los corres que le enviaba al internado. Paulatinamente Gustavo también deja de escribirle y llamarlo hasta que pierden por completo la comunicación. Lo único que logra saber es lo que le dice Mercedes cada vez que la llama para saber cómo van las cosas en el sur.

Pasan los años y Gustavo ingresa a la Universidad. Es ahí cuando conoce a Ignacio. Al pasar ya más de un semestre, su confianza se ha afiatado cada vez más, pero no la suficiente para confesarle su verdad.

Como era de costumbre, Gustavo e Ignacio se sentaban juntos al final de la sala para poder tomar algunos apuntes, copiarse en algunas pruebas o para tratar de pasar desapercibidos cada vez que ambos salían de juerga y llegaban a clases con resaca. Una mañana al ingresar un poco atrasados a clases Gustavo recibe un mensaje en su celular:

“Querido amigo, sé que no hemos hablado en mucho tiempo, pero quiero pedirte que seas mi padrino en mi matrimonio, el que se realizará en dos semanas. Por favor respóndeme a la brevedad. Tomás”

El rostro de Gustavo al terminar de leer el mensaje se tornó blanco, bajando el celular a la altura de las rodillas, su mirada se perdió en el suelo, dejando caer el celular. Ignacio lo ha quedado mirando con cara de extrañeza y levantando uno de sus brazos le toma por el hombro y le pregunta si encuentra bien. Gustavo quita de inmediato su mano del hombro con un movimiento brusco y sale rápidamente de la sala pegando un portazo.

El profesor que se encontraba pasando su cátedra dirige su mirada hacia donde ha quedado Ignacio, atónito por la reacción de Gustavo. El profesor le pregunta a Ignacio qué ha sucedido, a lo que le responde levantando los hombros en señal de no saber. Luego de unos segundos el profesor se acerca hacia el puesto y le sugiere a Ignacio ir a ver que sucede con Gustavo. Por lo que ágilmente toma el celular tirado en el suelo y los cuadernos y mochilas para salir corriendo de la sala.

En el patio Ignacio logra ver cómo Gustavo se dirige a uno de los baños que se encontraban en la facultad, por lo que inicia la carrera para lograr preguntarle que es lo que ha pasado. Mientras corre Ignacio le grita su nombre para poder llamar su atención. Al ingresar en el baño Gustavo se encuentra de pie, apoyando sus manos en uno de los lavamanos. Todo su pelo, espalda y rostro se encuentran mojados. Sus ojos están rojos, llenos de rabia y coraje. Ignacio al verlo en esa postura se le acerca para preguntarle qué ha sucedido. A lo que le responde con una negativa, moviendo su cabeza en señal de desaprobación. Ignacio al acercarse unos pasos más, ve cómo Gustavo empuña una de sus manos y lanza un golpe directo hacia el espejo que tiene en frente, saltando los trozos de vidrio hacia su cuerpo y el resto hacia los costados. Dejando la mano empuñada unos cuantos segundos, hasta que comienzan a salir las gotas de sangre que caen por entre medio de sus dedos hacia el lavamanos.

Horrorizado por la escena Ignacio se acerca para poder enfrentarlo, al mirarlo a los ojos estos siguen rojos, en su rostro hay algunos trozos de vidrio incrustados. Su mandíbula se aprecia rígida y con una postura de ataque inminente ante cualquiera que se le acerque. Al entender esto, Ignacio lo desafía retándolo a que lo golpee a él también, levantando los puños de las mangas de su polerón. Acercándose y dándole un empujón justo en los hombros, a lo que Gustavo responde de la misma manera, pero esta vez Ignacio se logra hacer un poco más atrás tomándolo por debajo de los brazos y sellándolo en un nudo con sus manos. Gustavo trata de zafarse dando golpes en las costillas de Ignacio, pero este se queda quieto, conteniéndolo y apretándolo cada vez más fuerte, hasta que comienza a gritarle:

-¡Cálmate!
-¡¡No huevón... suéltame concha de tu madre!!
-Gustavo, ¡Cálmate!, no te voy a soltar hasta que me digas que te ha pasado – responde Ignacio diciéndoselo justo a la oreja – Sigue pegándome huevón, pero no te voy a soltar hasta que te ¡CALMES!

Luego de haber repetido estas palabras unas tres o cuatro veces Gustavo logra calmar su enojo dándose cuenta que Ignacio lo tiene prácticamente abrazado y no lo soltará hasta que no detenga su violento accionar. Al dejar de golpearlo, Gustavo comprende que el abrazo de su propio amigo ha servido de consuelo ante la noticia recibida.

Ignacio toma a Gustavo y lo pone frente a uno de los lavamanos para que se enjuague las manos llenas de sangre. Mientras Ignacio le revisa la cara y quita los tozos de vidrio que se le han incrustado. Sin decir más y ya secando sus manos en un trozo de papel, Gustavo saca las llaves de su automóvil y se las entrega Ignacio, diciéndole:

-Perdón viejo, de verdad perdóname, no sé porqué reaccioné así contigo.
-Gustavo, todos tenemos nuestro día de furia – le responde con un tono comprensivo – pero por favor ahora vámonos de aquí antes de que todos llegue a ver que pasado... y respecto a tus cosas y tu mochila está dentro de la mía. Ahora te voy a dejar a tu departamento, no puedes manejar así.
-Ignacio, por favor hoy no me dejes solo – dice con una voz angustiosa – de verdad no me encuentro bien.
-Descuida viejo, ahora vámonos y pasamos a comprar algo para comer y me explicas qué es lo que ha sucedido.

En el camino al supermercado nadie dice nada. Cuando ya van camino al departamento de Gustavo, justo frete a un semáforo en rojo, Ignacio le entrega su celular. Al recibirlo lo enciende y revisa nuevamente el mensaje. Mientras, Ignacio lo mira de reojo y aprecia cómo Gustavo logra eliminar solo un par lágrimas, una de ellas cae directo a la ropa de Gustavo. Mientras la otra es alcanzada por Ignacio, quién ha estirado su mano para poder secarla. Al terminar de hacerlo se da la luz verde por lo que Ignacio acelera rumbo al departamento.

En el estacionamiento y ya a punto de acender hacia el hogar de Gustavo, Ignacio le da a entender que él no le preguntará cosas, pero que confía en que sea él mismo quién se las cuente. Gustavo sigue deshaciéndose en excusas y tratando de desviar el tema.

Al ingresar al departamento Ignacio prepara las cosas para poder comer, mientras Gustavo se hace algunas curaciones en sus nudillos y rostro. Al salir de su habitación, la mesa ya está lista, la televisión encendida en el programa del matinal. Ignacio lleva las tazas con el agua hervida. Mientras Gustavo lanza algunos comentarios hacia lo que sucede en el set de televisión, pero Ignacio tiene su mente puesta en otro lado...

Mientras Ignacio bajaba las escaleras de la facultad para correr detrás de Gustavo, éste alcanzó a leer todo el mensaje que había recibido en el celular. Al entender lo que sucedía, y después de la reacción de Gustavo en el baño, Ignacio lo apagó discretamente sin decirle que lo había entendido todo.

2 comentarios:

Rodrigo dijo...

Está buena la historia :)

Anónimo dijo...

wuaaaaa!!!...
ke onda el joven??
intrigante....