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sábado, julio 10, 2010

Capítulo 19: Lluvia Rubí.

A esta altura de la vida ya nada logra llamar la atención de Gustavo, pero estuvo a punto de telefonearle, pero se logró convencer de que ya era parte del pasado. Que ya no valía la pena derramar ninguna lágrima más. Ese fluido color rubí... ese líquido es vital... sobre todo... sobre todo es vital para Gustavo.

Hace más de dos años que no logra llorar. Aunque tenga ese nudo en la garganta. No logra concebir que ni una sola gota caiga y se derrame por sus mejillas, para luego ser secadas con su mano, o simplemente termine en el suelo estallando como una copa de cristal. Ni si quiera con la separación de sus padres pudo desahogar su corazón. ¿Será que ya no siente, o es que acaso su corazón está tan frío como un témpano de hielo que sólo late por latir?

Luego de meses que han pasado desde la partida de Andrés hacia el extranjero, Gustavo ya no es el mismo de antes. Claro está que Ignacio se ha vuelto parte de su vida, pero aún así, ambos saben cual es su futuro. Ignacio preocupado por su hija. Y Gustavo perdido en el mundo nocturno que le ha caracterizado por tantos años. Por esto mismo las cosas se ven dificultadas para ambos. Por lo que cada vez que están juntos es solo por la compañía o por el deseo carnal, del cual ambos lo tienen asumido, es más, se podría decir que son un tipo de pareja puertas afuera... pero con exclusividad sexual.

Han de salir una noche a divertirse a una de las discotecas de la ciudad. Pero antes de eso se dirigen al cine y luego a comer una tabla de quesos en uno de los Pub más concurridos de ese momento. Después de unas copas de vino en el cuerpo Ignacio se dirige al baño, dejando su teléfono en la mesa. Por lo que Gustavo inconcientemente comienza a registrarlo, sin saber con la sorpresa que se llevará. Las imágenes guardadas en la memoria del móvil son elocuentes y de acuerdo a la realidad que ambos viven.

Ignacio es una persona joven, que recientemente está abriendo los ojos al mundo homosexual, por lo que aprovecha cada oportunidad... eso está claro, por lo que Gustavo decide dejar de intrusear su teléfono, colocándolo nuevamente en la mesa justo momentos antes de que Ignacio regresara del baño. Una vez reestablecida la conversación y después de pedir la cuenta, ambos se dirigen a bailar.

Como es de costumbre, cada uno paga su entrada. Una vez adentro de la discoteca, se dirigen a la barra para cobrar un trago, a continuación se acercan a la pista para bailar lo que les queda de la noche. Después de tanto ajetreo y un par de tragos más, sus cuerpos ya no reaccionan ante los bajos de la música. Por lo que se retiran del recinto. Siguen caminando hasta encontrar un paradero. Mientras comentan la noche Gustavo al ver que se aproxima un taxi lo hace detener con su dedo, rápidamente abre una de sus puertas y le consulta algunas cosas al chofer. Al responderle, Gustavo llama a Ignacio y le invita a subir de los primeros, por lo que le sede el lugar, dejándolo pasar. Ya adentro, Ignacio mira a Gustavo, pero este baja la mirada cerrando la puerta y golpeando el parabrisas trasero en señal de estar saldada su cuota. Velozmente el taxista acelera para dejarlo atrás. Ignacio en medio del caos se da vuelta para mirar a Gustavo, el cual se encuentra haciéndole señas de adiós. Sorprendido, Ignacio de la situación saca su celular y decide llamarle y preguntarle qué es lo que ha sucedido.

Mientras Gustavo voltea la mirada y comienza a caminar en sentido contrario, siente la llamada entrante de Ignacio. Le pide explicaciones, pero Gustavo solo le responde con: “¡Exclusividad!... pero eres muy pendejo como para lograr entender... nada más, disfruta de la vida, adiós” luego de terminar la llamada Gustavo apaga su celular y sigue caminando, hasta encontrarse con una de las grandes arterias de la ciudad. Sabe muy bien que si vuelve a su departamento Ignacio lo estará esperando, por lo que decide no llegar a el y buscar alojamiento en uno de los hoteles que logra apreciar en la avenida.

Una vez registrado y ya en la habitación, toma el teléfono y llama al conserje del departamento para indicarle los pasos a seguir con Ignacio. Después de colgar, llama al servicio a la habitación para solicitar una botella de Vodka. Mientras espera ansioso, recuerda nuevamente a Andrés. Recuerda aquel verano en el cual se conocieron y descubrieron, por lo que a la llegada del Vodka sus ojos están como el rubí... rojo, sin ninguna otra expresión.

Al despertar, Gustavo se ve enfrentado a una que no es su realidad. La resaca es increíble, todo le da vueltas y el dolor de cabeza es insoportable. El haberse bebido solo una botella de Vodka no logró sacar de su cabeza el pasado que lo atormenta. Toma su teléfono y lo enciende, el resultado final es: diez mensajes de texto, veinte llamadas perdidas y 10 mensajes en el buzón de voz. Rápidamente echa un vistazo. La gran mayoría son de Ignacio, unas del conserje y una de un número que no conoce, por lo que asume que es Ignacio.

Mientras camina al sanitario para lavarse el rostro, su teléfono vuelve a sonar, por lo que se devuelve y contesta la llamada. La voz es conocida y muy particular, pero aún así no logra identificarla. Mientras sigue la conversación, Gustavo trata de recordar, pero no lo logra. Prefiere no preguntar con quien habla para no quedar mal con quien está al otro lado del teléfono. Al finalizar la llamada se vuelve a tender en la cama para analizar la situación. Le es intrigante saber con quién estaba hablando, aún así no logra recordar, y mucho menos ahora que está con la resaca, por lo que decide volver a dormirse y esperar a que se le pase esa sensación. Antes de volver quedarse dormido, siente que caerá de la cama, esa sensación de vacío que lo vuelve a poner en alerta. Gracias a ese vacío se da cuenta quién le ha llamado hace unos segundos, por lo que trata de devolver el llamado. Desafortunadamente, la comunicación no conecta desatando en él la ansiedad necesaria como para hacerlo levantar, ducharse y salir del hotel con rumbo a la ciudad X.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te extraño....