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martes, abril 29, 2008

Vida 5: Quehaceres.

Sábado por la noche... solo en casa, después de lo de ayer es preferible eso. Bueno aparte no me queda dinero. No para gastarlo en carretes. Pero en fin. Ya son casi la 1 de la mañana y aún no puedo creer lo que me pasa. Digamos que ayer los celos me atacaron de nuevo. Soy un estúpido al no confiar. Por lo menos hoy en la mañana cuando desperté me sirvió para reflexionar acerca del tema. Mientras me daba vueltas en la cama antes de levantarme pensaba en todas las cosas que tenía que hacer. La primera fue: ¿Qué hora es... quedarán pasajes para Calama? Luego de quedar en blanco por unos 10 segundos, reaccioné. Cada vez que estoy hasta más arriba del cuello arranco de mis problemas. Busco evadir lo que pasa. La forma de hacerlo es recurriendo al calor del hogar. Hogar, dulce hogar. Llegar me reconforta, sentir que estoy en mi verdadero territorio me causa una sensación de paz que inunda mi cerebro. Volver a lo cotidiano de mi propia familia me agrada bastante. Pero finalmente determine: no escaparé de los problemas, no esta vez.
Luego de levantarme y darme cuenta que el resto de los personajes aún dormían, comencé con mis quehaceres. Una larga lista que me iba a tomar toda una tarde. Eliminar las lágrimas de la noche anterior, tratar de disimular las ojeras a causa de lo anterior. Posteriormente verme al espejo para darme cuenta lo que realmente estaba frente a mí. Es decir: yo mismo. Cada vez más calvo (Contra la naturaleza no se puede luchar) las ojeras eran realmente gigantes. Luego de cepillar mis dientes y sacar las lagañas me puse manos a la obra. Colocar el hervidor, servirme un té con galletas de soda y lavar los platos, todo eso bajo la agradable compañía del televisor. A pesar de tener cable, me quedo con los canales nacionales. En ese minuto daban las noticias. Hablaban acerca de la ministra de educación. Como ya todos saben la enjuiciaron por no se qué cosa (ni tampoco me incumbe mucho). Terminé de lavar la loza y seguí con los quehaceres domésticos. Secar lo lavado, tender la cama, pasar la aspiradora en todo el departamento, sacar el polvo de los muebles, limpiar la mesa de vidrio ya que estaban todas las huellas digitales de los demás. Hasta que me empoderé de la función que estaba haciendo. Unos guantes amarillos y a limpiar el baño se ha dicho. Media hora después, luego de haber sacado las manchas de sarro y eliminar la basura, el objetivo se había cumplido. Luego el próximo: Lavar la ropa de la semana. Bueno tampoco es mucho, solo una carga. Pero esa carga lavarla a mano... ¡ni cagando! Así que opte por mover los recursos que tengo, o como dice la jefa: Debes gestionar todo lo que vas a hacer. Y así lo hice. Ordené en un bolso lo que tenia sucio, pedí las llaves del auto y partí. Simplemente me dejé caer. En la casa de mi amiga había asado. Entré y aproveche de llevar unas cosas que le había pedido prestadas, pero para sorpresa ella simplemente no estaba. Obligado a hablar con la tía. Como era de suponerse no me puso reparos. Puse la ropa en la lavadora, pero para cagarla me di cuenta que no llevaba el detergente, así que fui al negocio de la esquina a comprar uno. Al preguntar por el precio casi me sacaron los 2 ojos de la cara. 500 pesos por una caja pequeña de detergente, siendo que en el supermercado eso mismo cuesta un kilo. Pero la necesidad es más grande, y aparte no me iba a pegar un pique a comprar al súper. Ya de vuelta en la casa puse a correr el programa de lavado. Luego de eso me instalé y apropié del computador. Luego de revisar el correo y las Web de siempre me dedique a charlar con quienes estaban el línea. Solo unos pocos se dieron cuenta de mi presencia y solo a esos contactos que me hablaron les respondí. Me da lo mismo el resto, total solo se preocupan de uno cuando necesitan alguna cosa.
Mientras charlaba con los contactos la tía me ofreció un pedazo de carne asada y como a caballo regalado no se le mira el diente, la acepte encantado. Al masticarla me di cuenta que estaba deliciosa. Hacía más de 2 semanas que no comía carne (excepto en hamburguesas, vienesas y paté) mi cerebro se excitó demasiado. Era como haber tomado un café bien cargado y con mucha azúcar. Pero por otro lado estaba mi estómago, que después de no haber procesado ese tipo de carnes por mucho tiempo, me paso la cuenta. Los retorcijones me hacían pensar que iba a vomitar ahí mismo. Lamentablemente mi estómago se las tuvo que aguantar. Estaba tan muerto de hambre que mi cerebro mandó la señal: si no procesas te mueres. Y así fue. Después de darme cuenta que la lavadora había terminado su programa hace más de 30 minutos me desconecté de Internet tome el bolso y partí nuevamente a la lavandería. Saqué la ropa y me despedí de la tía. Ya en el auto camino al departamento me preguntaba que haría hoy en la noche. Pasé a comprar cigarrillos y una empanada. Al llega me di cuenta que no había nadie. Me preparé un té y me serví la empanada. Nuevamente comiendo solo. A esta altura de la vida me doy cuenta que: en estos casos la televisión es la única compañía que tengo. Tal como en estos momentos.
Acaba de sonar el celular. Quedé pegado en el techo como un gato cuándo lo asustan. Eres tú... “¿dónde estas?... ¿Que haces ahí?... ¿Quieres venir?... Umnn bueno si es así me llamas... cuídate... chao”. La verdad quiero verte, quiero aclarar las cosas. Pero me da miedo que te pueda pasar algo en el camino. Mientras pienso en ¿Qué hacer, pongo a calentar un poco de agua para un té o un café por si quieres beber algo cuándo llegues... o querrás jugo de damasco? Vuelve a sonar el celular: “Si, esa pasa por la esquina... no esa te deja más abajo... por último me llamas cuándo vengas en camino y te voy a buscar... OK chao” el colon llama, estoy muy nervioso. No quiero que te pase algo en el camino.
Cuando llegues no me saludaras con esa sonrisa que te caracteriza y con es animo que contagia. Los ánimos están caldeados. Al igual que yo. Ni si quiera me bañe luego haber hecho el aseo y haber llevado a lavar la ropa. Que vergüenza. Ni si quiera había pensado en eso. Antes no era así. Me he dejado estar ya no me arreglo para ti. No como lo hacia antes. Bueno tampoco soy tan pretencioso como en los años dorados de la tía carlina. Ya deje las tablas hace bastante rato. El celular nuevamente, pero esta vez es más corto: “¿Ya vienes para acá?... me avisas cuando estés cerca para bajar... Chao”. Apago el televisor. No lo estaba viendo. Estaba en silencio, solo apreciaba los rayos de luz que rebotaban el la pared. Le subo un poco el volumen a la música que está sonando. Voy a pieza a buscar un polerón para salir a penas me llames. Enciendo un cigarrillo y espero.

1 comentario:

cayu dijo...

primero: por si hay dudas yo jamas te he pedido nada
segundo: que bueno que no arrancaste
tercero que bueno que no fuiste tu el que llamó
cuarto: no esperes, cuando esperas y estas arregladito nunca llega, y cuando estas sudado y cero estilo aparece, te ha pasado??

y como siempre es solo ficcion
besos