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jueves, agosto 03, 2006

Historia 4: Inconscientes Pensamientos.

Madre que estas en los cielos, tal ves tú me podrías comprender, pero esta ves solamente yo logro comprender que pasa por mi cabeza. Aun no logro superar la partida de vuestra presencia angelical, la cual irradiaba felicidad cada ves que llegabas y atravesabas los anchos muros de esa clínica.
Oh madre ¿cómo podré superar la partida de mi amado? Por que no te hice caso cuando me lo dijiste, yo aun era muy joven, estaba embobada, una torpe enamorada del amor, el cual se había convertido en cuerpo físico aquella ves que lo vi por primera ves. Me quede perpleja. Estábamos en el Centro haciendo unas compras ya que se acercaba el cumpleaños de la abuela y aun no encontrábamos nada de lo que a ella le hubiese podido agradar. Esa ves mi cuerpo delgado y el calor me jugaron en contra, esta demás decir que no había comido nada ya que habíamos saldo temprano para que la abuela no se diera cuenta. Unos momentos al voltear sentí como mi mundo se venia abajo, comencé a sentir una extraña sensación, mis piernas se hacían lacias, mi vientre se apretaba y mis ojos se pusieron en blanco – según mi madre – un pequeño balanceo hacia atrás y siento como mi cuerpo azota parte de mis brazos contra el suelo al despertar mi madre se encontraba angustiada, hincada a mi lado y dándome aire con un abanico que había comprado unas cuadras atrás. A mi alrededor, mucha gente de espectadora, viendo como la chiquilla hacia tirada en el suelo. A mi otro costado estaba el amor hecho cuerpo físico. Un hombre de espalda ancha y rasgos finos, cejas gruesas y dientes perfectamente blancos y parejos los cuales pude ver cuando me sonrió al verme despertar.

-¿se encuentra bien? – dijo con una leve sonrisa en sus labios y tocando mi frente con una se sus manos, las cuales por cierto eran de suaves y tersas con dedos largos, uñas pulidas y un anillo de plata en el pulgar – no se mueva mucho, por poco y no se golpea la cabeza.

-Creo que estoy bien, solo fue un mareo el que me tiro al suelo – dije muy avergonzada por el incidente – pero ya estoy mejor, el calor me jugo chueco.

Pasado ese suceso este hombre nos acompaño hasta la parada de los taxis, e insistió que nos fuéramos en uno, pero la verdad no contábamos con el dinero suficiente para pagar la carrera. Él hablo con uno de los taxistas – ya que lo conocía – y le pidió que nos fuera a dejar a la puerta de la casa, al momento que colocaba un billete en el bolsillo de la camisa del chofer.
Al llegar a la casa me apresure para anotar en papel la patente del taxi. Mi madre me insistía que no corriera por que había tenido un desmayo hace un momento atrás. Luego subí a mi aposento para descansar un rato. Al lapso llegó mi madre con una tasa de té, según ella para recuperarme luego. A duras penas me tome el té ya que hacia mucho calor y el agua estaba hirviendo aún.

A los días siguientes me propuse ir a devolver el dinero que le había cobrado el taxista a mi salvador - así es como le llama de forma cariñosa - para no sentirme culpable al hacerle gastar su sueldo. Debo reconocer que mi madre y mi abuela me ayudaron a juntarlo.
En la micro rumbo al centro recordaba sus manos, me llamaba la atención el anillo de plata que llevaba en el pulgar, - tal vez le quedaba grande – pensaba. Miraba la calle como si lo fuera a encontrar vagando por ahí. De un frenazo volví en mí, me tenía que bajar justo, en la parada de los taxistas estaba aquel que nos había trasladado. Le pregunte si él conocía donde trabajaba mi salvado, a lo que me dio las indicaciones. Décimo piso oficina 19, golpeé la puerta con timidez al ver que no respondía nadie golpeé un poco más fuerte. A lo lejos se escuchaba un televisor encendido. Ya me había decidido por dejar una nota y el dinero por bajo la puerta, justo al agacharme abren la puerta, mi cara de asombro era impresionante, ahí estaba una ves más él, en toda su gloria y majestad.

Después de explicar lo que había sucedido ese día nos seguimos viendo como amigos, él me contó que sucedía de una ruptura amorosa y que necesitaba distraerse un poco por lo que me invito a tomarnos un trago, a lo que muy gentilmente respondí con un Si.

Bastantes meses después tuvimos nuestro ultimo adiós, una ruptura que jamás hubiera imaginado, al fin entendía el por que se su anillo en el pulgar. Mí Salvador había vuelto con su pareja. Mi mente se hundió en una grave Crisis de la cual no he logrado salir. Detrás de estas paredes blancas me encuentro a salvo de él. . . aunque a veces las paredes se tornan rojas y mi cuerpo lo hacen inmóvil con todos los fármacos que enclavan por mi boca, mis muslos y mis venas para calmar el dolor de su partida, tal como lo estoy ahora. Dicen que la muerte se puede experimentar en vida, y que el último sentido que deja de funcionar es el olfato, ¡yo doy fe de eso! Ya que en estos momentos siento el olor a perfume de mi amado, se encuentra en esta pieza a mi costado, tal como lo hacia cuando dormía y él me observaba. Siento su olor, puedo sentir sus manos en mi frente una ves más, ¡Oh dios mió, déjame verlo una ves más y sentir como sus labios acarician los míos! O simplemente déjame morir en cuerpo para no seguir más esta agonía, la cual lo hace sufrir tanto por mi culpa. ¡No! No padre, no te lo lleves de mi lado antes de morir por completo.

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